miércoles, 28 de abril de 2010

Guerra abierta entre el papel y la electrónica


Últimamente se ha hablado mucho sobre el libro electrónico, el revolucionario gadget que permite leer cientos de páginas en una tableta digital, pero lo cierto es que la tónica general es la desconfianza que existe hacia este invento que no llega a convencer a la industria del libro por una sencilla razón, el pirateo.

Según datos de Cedro, las descargas ilegales comenzaron a detectarse tímidamente en 2005, con 23 denuncias, y han ido en aumento cada año -en lo que va de 2010 se han denunciado 173-. La Federación de Gremio de Editores de España (FGEE) considera que han dejado de ingresar 150 millones de euros en 2009. No obstante, surgen pegas contra esta alarma, como explica Javier Celaya, del Grupo Dosdoce Comunicación, para el diario El Pais: "Esos 150 supuestos millones de pérdidas de la presunta piratería para mí son 150 millones de euros de lectores que están demandando contenido digital. Hasta ahora se ha dicho que había demanda y de golpe hay unas pérdidas impresionantes...". Este es un punto de vista que no suele salir a la luz en el debate, pero es cierto que el tan aplaudido libro electrónico no ha avanzado demasiado desde que se lanzó al mercado.

Tal vez la demanda no sea masiva, pero la que existe se encuentra con que no dispone de un catálogo actualizado de obras que poder comprar por un precio razonable. Las consecuencias son que los lectores se están habituando a las ediciones pirata por las que no tienen que pagar nada, lo que hará complicado redirigirles hacia la oferta legal y de pago.

Otro tema es el cuidado del medio ambiente, que antepone el libro electrónico al tradicional por el ahorro de papel, pero ¿esto es realmente así? Clemente Álvarez, periodista y colaborador de El Pais, advierte en su blog que para que la fabricación de un e-book compense, se deberían leer en dicho aparato un mínimo de 33 obras digitalizadas de unas 360 páginas. Por lo que la lectura digital sólo parece rentable para un ávido lector o para alguien que por su trabajo se vea obligado a dedicar horas a la lectura. La rentabilidad también depende de la duración del aparato electrónico, que acabará convirtiéndose en basura electrónica, y cuanto más tarde, mejor. Otros factores, como los procesos de producción y el nivel de toxicidad de los materiales deben ser también valorados a la hora de decantarnos por un soporte u otro.

El debate está abierto para que opinéis sobre el tema: ¿libro tradicional o libro electrónico?

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